EN LO BUENO Y EN LO MALO

En lo bueno y en lo malo… estas palabras forman parte de una frase conocida, unas palabras que en muchas ocasiones podemos considera una frase hecha, pero que encierran un profundo compromiso. Se debe aceptar tanto  lo bueno  como lo malo de algo que emprendemos, quien se benefició o disfrutó de una buena situación o de una buena relación, ha de ser capaz de estar en los momentos difíciles también.  Con el pasar del tiempo podremos ver que algunos estuvieron solo a las maduras, pero dejaron de estarlo en las duras (Refrán: Tomar las duras y las maduras) [i] . Esta ilustración pude aplicarse a multitud de circunstancias, y es, que, cuando una sociedad,  o bien un grupo de individuos e inclusive un solo sujeto pasa por un periodo trascendental en la vida, a medida  que vayan pasando los días  tocará  reflexionar lo vivido.

Puede que entonces tengamos que  aceptar que cuando el miedo afloró nos dimos cuenta que éramos más egoístas de lo que pensábamos, que no siempre fue fácil ejercer nuestras responsabilidades y/o que pese al buen gesto de muchos no éramos ni tan flexibles ni tan tolerantes.  Y es, que, es en esos momentos tan cruciales cuando aflora no solo lo mejor de nosotros, sino lamentablemente, también podemos llegar a dar lo peor.

A lo largo del día podemos vivir una auténtica montaña rusa de emociones. Sin embargo la capacidad de adaptación de algunas personas ante determinados sucesos, sean estos de la índole que sean no deja de ser sorprendente. Y es, que,  los seres humanos somos capaces de habituarnos a cualquier circunstancia, más allá de lo que nos podamos llegar a imaginar; otra cosa es salir de estas logrando un crecimiento y desarrollo personal.

Pero ¿Qué mecanismos se ponen en marcha cuando nos vemos inmersos en semejantes sucesos  y por qué reaccionamos como lo hacemos? ¿Es algo que está fuera de mi control o por el contrario puedo llegar a identificarlo y así controlar mi conducta? Entre los mecanismos que intervienen en nuestro aprendizaje se encuentran la adaptación, la habituación y la  resilencia. Como en otras ocasiones primeramente esclareceremos su definición para pasar seguidamente poner algún ejemplo que nos permita una aplicación práctica.

Definición de conceptos:

  • Adaptación: Conjunto de cambios. Modificación de algunas de las características, que permitan desarrollarse en un lugar o situación, distinta de la original o idónea
  • Habituación: Proceso por el que, ante un suceso repetido, nuestra respuesta es cada vez menos intensa
  • Resilencia: Recursos naturales de resistencia

En su Teoría psicológica de la adaptación, Enrique Pichon-Riviére (1990) hablaba de una capacidad que permitía dar una respuesta adecuada y coherente a las exigencias del medio; aunque esta podía ser activa o pasiva. Y aunque el término de habituación surgió en el ámbito de la fisiología, Droves y Thompson (1966-1970) hablaban de modulación de la conducta, por cuanto la presentación repetida de un estímulo provocaba un cambio en la conducta, o bien incrementándola o bien disminuyéndola. El término resilencia por su parte surgió de la física en relación a la resistencia de los materiales y su capacidad de recuperación al ser sometidos a diferentes presiones.

Para aclarar todo lo dicho hasta ahora pongamos algunos ejemplos: imaginemos que tenemos varios recipientes, con distintas formas geométricas, redondo, cuadrado, rectangular, etc. y queremos llenarlos con algún líquido; eligiésemos el recipiente que eligiésemos lo que cambiaría sería la forma que adoptase el líquido, pero no cambiaría la esencia de este contenido. Así podríamos referirnos al proceso de adaptación, como un ajuste a las circunstancias. Siguiendo con las ilustraciones, supongamos que nos trasladamos de vivir en la ciudad a un pueblo, esos  donde aún  hay un campanario que nos da la hora, al principio  nos resultaría algo novedoso y prestaríamos atención (voluntariamente o no) y cada hora atenderíamos el repicar de las campanas, sin embargo  pasado unos días dejaríamos de prestar atención, ya que iría perdiendo toda novedad; así podríamos calificar el proceso de habitación.

Para referirnos al término de resilencia diremos, que esta es la capacidad de crecer y superarse en circunstancias adversas. En un estudio con menores en situación desfavorable, Werner y Smiles (1982) pensaron en un primer momento  que estos menores tendrían más probabilidades de llegar a tener problemas de aprendizaje, ser delincuentes, tener adicciones e inclusive más enfermedades, tanto físicas como mentales; tras un estudio longitudinal de 30 años se observó que el 55% de ellos habían sido capaces de superarse.

La resilencia por tanto se construye; y es que la atención mutua de las necesidades, el cuidado y el buen trato amortiguan los efectos de la adversidad.   Barudy y Marquebreucq (2006, 63)[ii] afirma los siguiente «Las relaciones humanas son tan importantes que pueden favorecer o dañar la salud de cualquier persona».  Por tanto para desarrollar esta capacidad, entre otras cosas, hemos de  reforzar el sentimiento de pertenencia, los lazos afectivos y canalizar la angustia y/o la violencia.

[i]  Rodríguez Panizo, J. (1996). Sabiduría popular: refranes y otras expresiones coloquiales. Revista de Folklore. Tomo 16a. Nº 186, 199-216.

[ii] Barudy, &.  Marquebreucq, A.P. (2006) Hijas e hijos de madres resilientes. Barcelona. Gedisa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Privacidad