El confinamiento puede llegar a ser un proceso duro de sobrellevar, sobre todo cuando este es forzoso y pese a que tengamos en mayor o menor medida desarrollado el sentido de la responsabilidad, en ocasiones como esta, acabamos preguntándonos por qué nos cuesta tanto seguir las normas o recomendaciones.
Entre las posibles causas se encuentra un constructo (proceso no observable que se deduce por sus efectos y consecuencias sobre la conducta) llamado disonancia cognitiva[i] y que se da cuando al menos dos ideas entran en conflicto. Sirva como ejemplo la siguiente ilustración, a instancias del Gobierno se delimita la movilidad como preventivo del contagio, algo que nos parece muy lógico y razonable pero por alguna circunstancia nos saltamos el confinamiento y pese a que sabemos que no debíamos haberlo hecho intentamos justificar nuestros actos, esta dicotomía de pensamientos nos genera un malestar.
En situaciones en las que nos vemos obligados a seguir determinadas reglas algunos pueden argumentar que son demasiado impulsivos y les cuesta, que no saben cómo manejar en determinadas circunstancias sus emociones y se dejan llevar, que les falta motivación, etc. Detengámonos en estas afirmaciones y veamos si son del todo razonables.
Veamos primeramente el significado de estos términos y seguidamente los desarrollaremos.
Instinto: Impulso natural, interior e irracional que provoca una acción o sentimiento sin que tenga conciencia de que lo provoca
Emoción: Estado mental de una determinada intensidad y duración de aspecto funcional
Motivación: Proceso que explica por qué realizamos una determinada conducta
Por nombrar algunas hipótesis o teorías hubo autores como Descartes(1596-1650) que veían en el instinto la energía que conducía la acción, para Williams James(1890) los instintos eran tanto fisiológicos como mentales, posteriormente MDougall (1908) los presentó como una predisposición que activaba cierta energía encaminada a mantener una conducta dirigida a una meta. Por su parte Woodworth (1918) lo consideraba necesario para que se diera la conducta motivada, pero fue Hull (1943) quien en su Teoría del Impulso ponía el acento en la motivación y actualmente desde la psicología cognitiva se ponen en énfasis los procesos mentales. El conocimiento ha de verse como el dominio de pasiones y deseos, como dijera Solomon (1993) El hombre es capaz de elegir sus acciones.
Como podemos ver los impulsos pueden ser controlados mediante el ejercicio de nuestra capacidad de autodeterminación, es decir mediante un acto de voluntad. La voluntad es entendida como una capacidad de decisión que nos lleva a concluir que se desea y que no se desea. Grzib (2002) sugiere que la motivación y la emoción no tratan de explicar el funcionamiento de la mente en sí, sino de explicar su intencionalidad. En medio de toda esta tormenta el proceso emocional explica qué es lo que nos pasa cuando reaccionamos ante determinadas circunstancias y la motivación es el proceso que explica por qué hacemos lo que hacemos.
En cuanto a las emociones los humanos hemos vinculado nuestros sentimientos al corazón, pero lo cierto es que es nuestro cerebro el que dirige y controla esto. Así que, lo que nos queda por ver es el acto motivacional, y tanto las emociones como las motivaciones son sistemas funcionales que nos permiten adaptarnos a las circunstancias, ya sea estas internas o externas, sin olvidar que estos dos procesos tienen un amplio efecto sobre toda nuestra actividad psicosocial.
Ente las características de la responsabilidad encontramos primeramente que es una cualidad que se puede o bien desarrollar, al igual que dijimos respecto a la voluntad, o si se carece de ella puede ser adquirida mediante aprendizaje gradual y progresivo. En segundo lugar asumir responsabilidades es de obligado cumplimiento, tercero es un deber moral y por último es una capacidad existente en los sujetos, que nos lleva a reconocer y aceptar las consecuencias de nuestros actos y por lo tanto ser conscientes de esto es razón más que suficiente para ponernos a ejercitar el autocontrol.
Concluyendo, los procesos mentales como la disonancia cognitiva pueden jugarnos una mala pasada al entran en conflicto varias ideas, segundo es el ejercicio de la voluntad como capacidad de autodeterminación y no los impulsos los que motivan nuestros actos. Cuando llevamos a cabo una conducta motivada nos proponemos o marcamos una meta, seguidamente deliberamos acerca de sus ventajas o inconvenientes, eso nos lleva a tener que tomar una decisión y en consecuencia llevamos a cabo la consecución de nuestros objetivos. Por lo tanto en cualquier momento pero sobre todo en periodos de aislamiento conviene tener metas adecuadas, realistas y acordes a las circunstancias.
[i] Leon Festinger. Teoría de la disonancia cognitiva (1957)