En un primer momento me había propuesto iniciar este blog con otro tipo de entrega, en la que hablaríamos de como los medios tecnológicos han cambiado y moldeado nuestros hábitos y estilos de comunicación, ya que Aula Masquil tiene entre sus fines ser un espacio donde exponer temas como la comunicación humana y la gestión de emociones. Sin embargo, dadas las circunstancias que estamos viviendo a nivel global parecía apropiado tener en cuenta como estamos abordando a nivel personal o colectivo emociones como el miedo o la incertidumbre, generadas en estos momentos por la ya conocida Pandemia del covi-19.
Desde estas páginas y sin olvidar que este es un espacio profesional no dejaremos de lado aspectos como la realidad social, económica, los estados anímicos o psicológicos, y a su vez, implícitamente también serán considerados otros de naturaleza más trascendental debido a que todas estas realidades forman parte del conjunto de lo que somos como seres humanos y así trataré esta y otras entregas. Todo ello porque estas características influyen en las estrategias que utilizamos al desplegar nuestros estilos comunicativos o de interacción al poner en marcha distintos mecanismos cuyo fin es conseguir relaciones sanas, adaptativas o beneficiosas, así como aquellos procesos que llevamos a cabo durante la gestión de nuestras emociones o el manejo que hacemos de estas.
Es en momentos como los que estamos viviendo donde hemos de ejercer obligaciones cívicas, deberes que nos llevan a confinarnos en nuestros hogares mientras dure el estado de alerta promulgado por los gobiernos. Independientemente de que creamos que se debería haber actuado de tal o de cual modo, toca encarar la situación y salir reforzados de esta. La ambigüedad de la situación puede generar disonancia cognitiva (pensamientos en conflicto) y esto nos hace sentir desconcertados, por lo cual para reducir ese malestar hemos de realizar:
- Conductas coherentes con las circunstancias
- Dar valor a las conductas que elegimos
- No dejarnos llevar por este conflicto
Por otro lado, ante amenazas como éstas que se escapan de nuestro control, conocidas como estresores naturales, pareciera ser que lo que acampa libremente es el miedo, un miedo que resulta razonable sentir en un primer momento ante lo desconocido y que sin embargo no nos exime de nuestra capacidad a hacer un alto y considerar si el desconcierto va a manejar la situación o vamos a tomar nosotros las riendas.
Cuando hablamos de una emoción como el miedo todos nos hacemos una idea de a que nos estamos refiriendo, de un modo u otro lo hemos podido experimentar en algún momento de nuestra vida o a lo largo de ella. Hay a quien se le erizan los bellos, a otros el corazón les palpita agitadamente, se puede experimentar desconcierto, sentirse paralizado y un sin fin de impresiones más. Lo que es cierto es que no todos experimentamos los mismo síntomas y esto es del todo normal.
Por otro lado una cosa es saber que nos pasa en estas circunstancias y otra muy distinta poder explicar que entendemos por miedo. Pero ¿Es tan importante conocer su definición? ¿Serviría de algo? A mí me sirvió. Veamos como lo define la RAE[i]:
- Angustia por un riesgo o daño real o imaginario
- Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea
Estas expresiones pueden arrojar luz para esclarecer lo que nos pasa o sentimos mientras dura ese malestar y más allá de poder conocer o no estas definiciones y que nos resulten claras o no, existe un enunciado todavía más sorprendente para definir la palabra miedo y es la siguiente Perturbación angustiosa del ánimo. Cuando descubrí esta definición supuso para mí un antes y un después. Descubrir que algo podía estar perturbando mi ánimo significó que si conocía qué lo estaba originando, podía llegar a tomar el control y literalmente en ese momento dejó de dominarme porque perdía su halo de misticismo.
Veamos detenidamente antes de llegar a una conclusión como se han desarrollado algunas investigaciones acerca de esta emoción. Hay posturas que defienden el miedo como algo innato y hay quien se postula en que el miedo es aprendido. Entre los que creen que son aprendidos está la investigadora Vanessa LoBue[ii] que en su estudio con bebés mostró que si bien estos son capaces de detectar entes amenazantes como serpientes, los bebés no mostraban temor a menos que estuviesen asociadas esas imágenes a estímulos como voces amenazantes. Finalmente hay quienes piensan que hay miedos innatos y a su vez otros son adquiridos.
Hoy día desde la neurobiología y la psicología se mantiene que el miedo es una respuesta adaptativa ante cualquier estímulo que nos pueda suponer una amenaza o poner en peligro. Puede que muchos vean esta emoción como algo negativo, de lo que hay que librarse o que no sirve más que para hacernos sentir mal, pero lo cierto es que sin esta respuesta adaptativa llegaríamos a correr un serio problema poniendo en peligro nuestra propia integridad.
Pero antes de llegar a estas conclusiones desarrolladas por la investigación, hubo autores como McDugal[iii] que dejaban en manos de los instintos la mediación del aprendizaje, como disposiciones psicofísicas innatas. Sin embargo este concepto quedó posteriormente relegado al ámbito de la etología. Esto quiere decir que no podemos excusarnos o ampararnos en el hecho de que si no podemos controlar nuestros impulsos no somos responsables de nuestras acciones. Si bien Woodworth (1918) sostuvo que el impulso era condición necesaria para iniciar una conducta motivada, fue Hull (1943) quien propuso la primera concepción coherente sobre como la motivación es la que explica por qué realizamos determinada conducta. Finalmente, desde la psicología hay datos que se usan para saber cuando estamos experimentando una emoción y estos datos se manifiestan como:
- Experiencias subjetivas o internas
- Sensaciones fisiológicas
- Expresiones motoras o conductuales
Nuestras emociones y motivaciones son sistemas funcionales que nos permiten adaptarnos a las exigencias del medio, tanto externo como interno. Un proceso emocional que nos va a ayudar a entendernos a nosotros mismos y explicar a otros lo que nos pasa. Cuando experimentamos una emoción, aunque esta sea miedo, hemos de entender que estamos ante un proceso mental que conlleva una cierta intensidad, que va a tener una determinada duración y como fin un aspecto funcional. No olvidemos por tanto, que dentro de su función social está el aspecto comunicativo. Entre estas funciones podemos encontrar las siguientes propuestas por Izard[iv] desde el marco de la psicología de la emoción:
- Facilitación de la interacción social
- Control de la conducta
- Permitir la comunicación de los estados afectivos
- Promover la conducta prosocial
Por tanto, el miedo forma parte de ese maravilloso ramillete de emociones que sentimos, tiene una función adaptativa y si aprendemos a conocer que sentimos y como lo sentimos podremos llegar a saber qué es lo que lo provoca y llegados a ese punto buscar la respuesta más adecuada. NO estamos solos en este proceso, nos acompañan otras emociones como la esperanza y otras personas con las que compartir aquello que nos pasa.
Tener miedo es algo que a todos nos puede ocurrir pero al que se le puede plantar cara, decirle basta y poder volver a tomar el control, responsabilizándonos y asumiendo todas aquellas consecuencias que resultan de nuestras acciones y esta vez sin poner el miedo como escusa.
[i]https://dle.rae.es/miedo%20?m=form
[ii] Association for Psychological Science, new release, Jan.24, 2011
[iii] Teoría Hórmica, 1908.
[iv] Enfoque biológico-evolutivo, Izard, 1994, p.292